
En la lista de personajes molones que han pasado por Banshee, Jason Hood ocuparía uno de los lugares más bajos. Seguramente el más bajo. Irresponsable, inconsciente y con un punto gafe, su presencia en la segunda temporada resultaba bastante incómoda. Molestaba. O sea, llevaba escrito en la frente que acabaría enterrado, como sugiere el título del episodio, o convertido en hamburguesa, como finalmente ha sucedido. Lo que no esperábamos, y ahí la serie se ha apuntado un tanto, es que su destino estuviera tan vinculado al estado de ánimo de Lucas Hood, que desde el primer día se vio reflejado en el chico y que convirtió su liberación en una cuestión personal. Sumadle a eso la frustración y la ira que acumula el sheriff por su confusa situación en el pueblo, sin Ana pero con la intención de encontrar la estabilidad por primera vez en su vida, y resulta que Ways to Bury a Man nos traslada a un nuevo escenario que estaba orbitando alrededor de la serie desde su inicio: la guerra entre Hood y Proctor.
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